EL
ARTE DE LA FUGA
Adriana Jaramillo Seligmann
Lo
bello no es más
que
el primer eslabón de lo terrible,
que todavía podemos soportar y que admiramos
porque tranquilamente rehúsa destruirnos.
Rainer
María Rilke
Cada
pieza de esta exposición tiene un horizonte de color entre
brumas, un instante que se escabulle, una palabra indescifrada
o pronunciada hace tiempos que se convierte en poema, reminiscencia
de lo que no se podrá recuperar. Es una pintura que viene
a encarar la nostalgia para darle al recuerdo una nueva identidad;
que se materializa y se hace vigente para amaninar la herida primordial:
el olvido, la ausencia.
La pintura de Elie Halioua tiene su equilibrio en un centro que
se abre hacia fuera ocultando siempre algo, desvelando algo también,
un centro que contiene euforia y convicción, y laborioso
empeño en continuar llenando de presencia el espacio. Una
capa de pintura sobre otra, día tras día cubriendo
el lienzo que es también hoja en blanco y memoria callada.
Una corteza de velos de colores termina en luz brillante y clara,
y a lo lejos, enterrada en lo profundo, se queda la palabra sin
dejarse apenas descifrar, recordándonos que somos un misterio
más antiguo, tiempo escondido en la redondez oscura de
la tierra.
Así es el ritual: un grito amarillo rasga la mudez del
lienzo, atrás se insinúa una letra que es solitaria
huella tratando de grabarse en la vida, mientras el acrílico
se escurre como un río buscando un cauce que siempre encuentra.
Lo que vemos en el blanco (en el cielo nublado de una ciudad invisible)
es el resumen de un largo camino de colores. Así como la
palabra es la ruta (el camino empedrado) hacia el silencio.
Esta exposición, además de ser un goce de la pintura
en sí misma, es un homenaje a la literatura y a su asombrosa
capacidad de llenar las cosas del alma. Se evocan grandes libros
como las "Ciudades invisibles" de Italo Calvino, donde
la palabra se ofrece como un lugar para el trueque de memorias,
deseos, necesidades, signos, imágenes; así como
Charles Baudelaire en el "Spleen de París", cantando
a las multitudes, al extranjero, al desencuentro, al tedio de
los días ajenos, a la belleza del dolor; o la preciosa
obra de Anne Michaels "Piezas en fuga", que da título
a esta exposición, donde la autora nos recuerda el poder
que alguna vez tuvo el lenguaje para destruir (haciendo alusión
al Holocausto), entregándonos un ejercicio donde la poesía,
la palabra convertida en arte, es también herramienta de
restauración. Cada pintura participa de la brevedad y la
rotundidad del poema, y de su estrategia compleja y a la vez simple
de expresar lo que es: la voz estela del silencio, la ciudad estela
de la soledad, la pintura estela de la ausencia. La palabra es
un alma errante que deambula por la obra y el blanco resulta también
ser vacío, fantasma, fractura...
Vemos así que la obra de Elie no es del todo abstracta.
El arte abstracto no busca imitar ni representar. La palabra,
en cambio, es por antonomasia representación, imagen, vínculo.
Esa combinación ausencia-presencia que produce esta unión,
convierte la pintura en un móvil para escuchar indirectamente
el texto. La palabra está asentada, engranada en la sólida
base y la gravedad de su significado, ha sido acontecimiento en
la vida de alguien. Palabra que sana, que descifra, que revela,
que conmueve, que asiente y disiente. La imagen (el despliegue
del color) puede ser entonces, desde la mirada inquietante de
un alma que desea la fuga, hasta la sonrisa tranquila del que
acepta todo tal como es. El color es la música, la materialización
del goce (a veces doloroso) de haber leído e interpretado,
de haber comprendido. El resultado, un ritual personal que es
a la vez plenitud y expiación. La combinación armónica
entre la frase memoriosa y la mancha cromática resulta
estar cargada de sentido trascendente, de experiencia íntima,
de transformación.
Una hermosa obra para retornar al origen, a lo más esencial,
cuando la palabra estaba nombrando por primera vez la luz... el
enigma.
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PÁGINA
DE ELIE HALIOUA